Hoy estoy triste, por mas que mantenga mi mente ocupada en esto o aquello, aquí o allá, no logro animarme, he empezado 7 libros, 7 libros!!! pero no paso de 3 hojas y los dejo, traté de distraerme viendo series, películas incluso clips musicales pero sigo sin animo de nada, y siempre que pienso en los libros de Nicolas Barreau pienso en que son libros tristes, aunque en realidad no lo son, (bueno, no lo es, hablaré en singular ya que solo me he leído un libro de él) así que supongo que es una cosa buena que este sea el libro que siga... Aunque probablemente haga una entrada «floja» que con el animo como lo traigo no creo que me vaya a salir nada... «creativo» uff se suponía que septiembre sería un buen mes y si no es algo es otra cosa... pero ya, cero quejumbrosidad de mi parte, mejor hablemos de libros
Titulo: Me encontrarás en el fin del mundo
Autor: Nicolas Barreau
Genero: Románce
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El atractivo Jean-Luc Champollion es el propietario de una galería de arte en París. Acostumbrado a tener éxito con las mujeres, su única ambición es disfrutar de la vida en compañía de hermosas damas y de Cézanne, su adorado perro dálmata.
Un día, Jean-Luc recibe una misteriosa carta de amor… sin remitente. Intrigado, acepta el juego que le propone la desconocida y, sin pensárselo dos veces, inicia con ella una deliciosa correspondencia por email.
Por supuesto, lo único que quiere es descubrir la identidad de esa mujer que tantos detalles conoce de su vida y a la que nunca ha visto en persona… ¿o tal vez sí?
Evidentemente, el destino tiene otros planes…
Cuando lo vi me esperaba una historia total y completamente distinta a la que se desarrolla, no conocía de nada al autor y simplemente me atrajo la portada, después vi la foto del autor y dije «hum... autor sexy, historia sexy» pero vaya sorpresa que me di cuando llevaba como dos capítulos, les digo, hubo un momento en el que me decía «que termine ya!!!!!» pero no porque estuviera aburrida o harta de la historia, sino porque ahora si que no tenía ni idea de como iba a terminar, quizás en un momento si, medio puede ser predecible, pero al final esperas para ser sorprendido por un giro.
Como nos dice la sinopsis, la historia comienza cuando Jean-Luc se encuentra una carta, sin remitente ni dirección, solo esta ahi, en un sobre, esperando por el, en la carta le habla una mujer que le propone empezar a ponerse en contacto a través de una dirección de correo electrónico, Jean-Luc al principio esta indeciso sobre si aceptar o no el «juego» pero como todo hombre, la curiosidad puede más y acepta el desafío, en veces son correos tiernos y llenos de amor, en veces son atrevidos y sensuales, lo cual tiene fascinado a Jean-Luc.
Casi toda la historia se trata de él, pues el personaje femenino no lo descubrimos hasta el mero final, y ¿que les puedo decir de este personaje? me cautivó, para empezar el nombre «Jean-Luc» ¿quien no ha imaginado alguna vez llamar a su amante Jean-Luc? al menos yo si lo hago, después esta su personalidad, un poco (muchísimo) engreído, presumido... ¿confiado? el sabe lo que tiene y no se molesta en fingir humildad o modestia, sabe que es atractivo, exitoso y que tiene lo que quiere, no se, tiene algo que hace que me guste, no es el típico protagonista alfa, machote, rey del mundo pero que en su interior se resguarda un buen corazón, no, nada de eso, con él lo que ves es lo que hay, y eso me encantó, porque lo sentí muy real.
Y es justamente esa... ¿confianza? ¿presunción? no se como llamarle, lo que hace que no se de cuenta de quien es la dama detrás de la dirección de correo electrónico con quien ha estado intercambiando email tan íntimos, hay una parte, antes del final, o mas bien de ese «final» que no es el final propiamente sino donde te das cuenta que la historia va decayendo justo para llegar al desenlace, donde la dama decide que cerrará la cuenta de correo electrónico, porque le ha dado ya mucho tiempo a Jean-Luc para que descubra quien es y él (como buen hombre -de nuevo-) no tiene ni pista de quien es, así que ella le dice que estará en «el fin del mundo» ahora él no solo debe pensar en quien es la misteriosa mujer que logró, a través de email, cautivarlo, sino que ademas debe descifrar a que se refiere ella con «el fin del mundo» debe tomarlo ¿literal?, ¿filosóficamente?, ¿metafóricamente? ¿a caso esta prediciendo que el mundo esta por acabar? Jean-Luc nunca había estado tan confundido y desesperado, pues se le acaba el tiempo y ya no tiene forma de comunicarse con esta misteriosa mujer. Y si llega a encontrarla ¿que sucederá? ¿y si no le atrae? ¿si no es lo que parece? pero nada de eso importara si no llega a tiempo a descubrir que es «el fin del mundo»
Cézanne, bueno, como ya lo habrán podido deducir de mis entradas anteriores, me encantan los libros en los que interactúan animales, siempre le agregan como una dosis de realismo a las historias, bueno también lo tontón que puede llegar a ser Jean-Luc en varias ocasiones.
Como pasa pocas veces, lo que te gusta es también lo que te disgusta, hay ciertos momentos en lo que el comportamiento o la actitud del protagonista no gusta mucho, logrando que la historia haga poner los ojos en blanco en mas de una parte.
Las cartas, y como reaccionaba Jean-Luc ante ellas, sin importar de que tipo fueran los email, tiernos, picantes, sensuales, con rabia (porque los hubo) las distintas reacciones el protagonista ante las palabras de su mujer desconocida eran de las partes mas románticas, pues aquí no tenemos a una protagonista «corpórea»
—¿Qué voy a hacer? ¿Qué voy a hacer? —Parecía un disco rayado.
—¡Pobre Jean-Luc, estás muy enamorado de esa mujer! —dijo Aristide, y esta vez no le llevé la contraria—. ¡Insiste! —me aconsejó—. Pídele perdón mil veces si con cien no basta. Dile lo importante que es para ti. Una mujer que te ha escrito esas cartas no tiene el corazón de piedra.
Así que aquella misma noche me senté delante de la pequeña máquina blanca, a la que ya odiaba, y pensé en qué podía escribir para conseguir que la Principessa me contestara. Cézanne se acercó y apoyó la cabeza en mis rodillas. Notaba que yo estaba triste y me miró con sus ojos de perro fiel.
—¡Ay, Cézanne! —suspiré—. ¿No puedes escribir esta carta por mí? —Cézanne soltó un gemido compasivo. Apuesto a que me habría escrito la carta si le hubiera puesto de nombre Bergerac. Pero como no era así, se me tenía que ocurrir algo a mí.
Miré la pantalla vacía y volví a mirar la pantalla vacía. Y luego lo di todo.
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